Algo ya les presentamos respecto
a la adopción de nuevos hábitos, pero la realidad es que es un tema muy fácil de
mencionar, pero difícil de lograr en el día a día.
Uno de los aspectos que más se
trabaja con los jóvenes en el proceso de adaptación a Montevideo, es justamente
la asunción de nuevos roles y el desarrollo de nuevos hábitos de trabajo. Si bien
el nuevo hogar implica cambios de hábitos, por otro lado, surgen cosas
triviales y sencillas que pueden desepertar temores, movilizar sentimientos y
llevarnos a la necesidad de “volver a casa”.
Vayamos a un ejemplo: tomarse al revés
un ómnibus. Este tipo de situaciones pueden convertirse por momentos en “la
gota que derramó el vaso” y pueden generar el chico la sensación de no lograr
el propósito y por ende la frustración por un ratito cobra vida. Sin dudas el
hecho de tomarse mal el ómnibus pasará luego al registro de las anécdotas y
seguramente el chico mismo se ría de ese hecho puntual. Pero en el momento la
frustración puede llevarlo a sentirse “como sapo de otro pozo”. Y es que asumir
nuevas rutinas y desarrollar nuevos hábitos implica enfrentarse a lo nuevo y a
partir de ahí generar un registro nuevo: lo desconocido a veces nos da miedo,
pero también nos enseña. Ya la segunda vez, ese ómnibus será conocido y la
frustración dará lugar a la gratificación de llegar a donde queremos.
De esto se trata quizá, el proceso
de crecimiento y de adaptación. Qué crees tu?
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