Acompañar a un chico en el
proceso de adaptación a la capital, desde nuestro lugar como psicólogas clínicas,
implica una responsabilidad enorme debido a que muchas veces el psicólogo en
este rol es depositario de las necesidades inmediatas de superación del chico, pero también de
su familia.
Es común que en este tipo de terapias breves, como psicólogas interactuemos con los padres del paciente, manteniendo un
contacto fluido respecto a cómo vemos el proceso de sus hijos y qué cosas desde
nuestro lugar como terapeutas poder aportamos a ese proceso. Obviamente nuestro
paciente está al tanto siempre de estas comunicaciones.
El tema es que si bien es
importante trabajar con los padres, no debemos dejar de contemplar que el
espacio es de nuestro paciente y es con él con quien lo vamos construyendo. Se trata del espacio propio en el cual el joven estudiante que no solo está elaborando un proceso de adaptación a nuevos lugares y nuevas rutinas, sino
que también está trabajando lo que le implica la presión de cumplir en tiempo y forma con sus
estudios, de rendir según sus exigencias y las exigencias de su familia, de
administrarse con su propio dinero y muchas cosas más que pasan en esa etapa
crucial y crítica al mismo tiempo.
Es sano y fundamental desde nuestro rol,
trabajar en el justo equilibrio entre nuestro paciente y su familia, buscando
también medir las expectativas de ambos interlocutores a la vez que nuestras
propias expectativas respecto a que el proceso se convierta en un verdadero
apoyo, pero teniendo claro que es un apoyo circunstancial y transitorio y que nuestro paciente es el protagonista.
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